lunes, 17 de julio de 2017

Noches.

Insomnio.
Eso que te da cuando tu reloj parece haberse roto. Eso que sufren muchos por estar junto con lo que no quieren estar, consigo mismos.

Vivir un futuro perfecto y soñado mientras estás encerrado en un pasado o un presente que no hace nada más que herirte.

Entre esas miles de vueltas que das sobre tí mismo en la cama, y esos resignados descansos, miras al oscuro techo, odiando a tu "yo" pasado. Odiando cada error, cada frase, cada acción. Todos esos errores que, ahora, no hacen más que perturbarte.

Cierras los ojos, esperanzado de que en algún momento tu conciencia diga "por hoy es suficiente", pero no es así. Das otra vuelta, te sientas en el borde de la cama, llevas tus manos a tu cara, frustrado.
Miras por la ventana, todavía es de madrugada. Desbloqueas tu móvil, cegándote por unos instantes debido a que es la única luz que hay en la habitación, mirando solo la hora, "¿cuánto tiempo llevo intentando dormir?".

Vuelves a bloquearlo, dejándote de nuevo, a oscuras. Te tiras de espaldas, extendiendo tus brazos. Suspiras.

Lo intentas de nuevo, empiezas a tener sueños lúcidos, la esperanza empieza a subir. Los minutos parecen horas. Sigues soñando despierto, tu curiosidad se despierta, desbloqueas el móvil por enésima vez. Solo han pasado pocos minutos. Otro suspiro.

La luz de tu pantalla, no es la única que hay, otra luz empieza a vislumbrarse. Otro día empieza pero el tuyo aún no ha acabado.

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